Impuestos extraordinarios no son la única opción para las ganancias procedentes de combustibles fósiles
Pilita Clark
- T+
- T-
Pilita Clark
En las dos últimas semanas, ExxonMobil, Chevron, BP y Shell han reportado que sus beneficios anuales combinados para 2022 ascendieron a la cifra récord de US$ 160 mil millones.
Es una señal de la asombrosa rentabilidad que las compañías petroleras han obtenido de la subida de los precios de la energía impulsada por la invasión rusa de Ucrania. Y conforme los gobiernos lidian con las repercusiones del costo de la vida, además de las crecientes preocupaciones por el cambio climático, surgen las previsibles demandas de endurecimiento de los impuestos extraordinarios.
¿Pero son realmente la única opción? ¿O deberíamos aprovechar la oportunidad para hacer cambios políticos de mayor alcance?
Una idea que los académicos británicos llevan años impulsando está cobrando fuerza. Obligaría a las compañías de combustibles fósiles a pagar para limpiar sus emisiones de carbono para crear un clima más seguro a un costo relativamente asequible. Esta denominada “obligación de recuperación del carbono” (CTBO, por sus siglas en inglés) no requeriría impuestos sobre el carbono ni subvenciones directas de los contribuyentes, y una versión de la misma se incluyó el mes pasado en la importante revisión de la política de cero emisiones netas del gobierno británico, realizada por el diputado conservador Chris Skidmore. Algunos en Westminster quisieran incluir la medida en un proyecto de ley de energía que se está tramitando en el Parlamento.
No está nada claro que esto vaya a ocurrir, pero, si así fuera, así es como podría funcionar. Las compañías que extraen o importan combustibles fósiles tendrían que almacenar permanentemente bajo tierra un porcentaje del dióxido de carbono generado por los productos que venden. Ese porcentaje podría empezar en torno al 1% y aumentar hasta el 10% en 2030, lo que, según sus partidarios, apenas añadiría unos céntimos al costo del suministro de un litro de gasolina. El porcentaje acabaría aumentando hasta el 100% en 2050, lo que transformaría la perspectiva de alcanzar las cero emisiones netas.
El carbono podría capturarse inicialmente en plantas cementeras o fábricas, y las compañías petroleras no tendrían que almacenar ellas mismas el CO₂. La idea es que se desarrolle un mercado basado en certificados negociables de almacenamiento de carbono, lo que contribuiría a reducir los costos.
El plan no es ni mucho menos perfecto. La tecnología de captura y almacenamiento de carbono lleva décadas intentando despegar, en parte porque prolongaría la vida de combustibles fósiles que idealmente deberían sustituirse por alternativas más limpias. Pero esta tecnología está en vías de proliferar de todos modos, gracias a las disposiciones de la Ley de Reducción de la Inflación estadounidense del año pasado, que impulsan la disponibilidad de créditos fiscales para proyectos de captura de carbono.
Además, los científicos del clima han llegado gradualmente a la conclusión de que algunas formas de eliminación de carbono serán necesarias en algún momento para cumplir los objetivos del Acuerdo de París de 2015, que se supone que evitará niveles desastrosos de calentamiento global. Esto se debe a que va a ser difícil reducir las emisiones de sectores como la aviación, y a que el mundo va a rebasar tanto su presupuesto de carbono que será necesario eliminar parte del CO₂ de la atmósfera para garantizar un clima estable y más fresco.
Esto ha reforzado el interés en las compañías de captura directa del aire, que aspiran el dióxido de carbono del aire limpio en lugar de las nubes de contaminación de las fábricas. Pero ninguno de estos avances garantiza que las emisiones mundiales disminuyan tan rápidamente como deben. “Y, además, ¿por qué deberían pagar esto los contribuyentes con presupuestos ajustados cuando la industria está teniendo enormes ganancias?”, dice el profesor Myles Allen, de la Universidad de Oxford, quien ha impulsado la idea de la recuperación del carbono.
Ése es un punto importante. También lo es la insistencia de Allen en que una idea como la recuperación del carbono nunca podrá sustituir a todas las políticas contra el cambio climático. “Es una política de respaldo”, dice. “Garantiza que, independientemente de lo que suceda con otros costos —si las energías renovables no resultan tan baratas como se espera o si los combustibles fósiles se abaratan de repente más de lo previsto— se consiga llegar a las cero emisiones netas en la fecha fijada”.
Cuando Allen escribió por primera vez sobre la idea de la recuperación del carbono en 2009, los críticos le dijeron, comprensiblemente, que los combustibles fósiles deberían eliminarse por completo. Esto no ha sucedido y, mientras tanto, los países con mercados emergentes insisten cada vez más en que deben tener derecho a explotar sus propias reservas de combustibles fósiles. Una obligación de recuperación de carbono seguiría permitiendo lo anterior, siempre y cuando las emisiones de carbono resultantes se eliminen de forma segura.
En última instancia, el mundo se está quedando sin opciones. El pasado mes de octubre, los expertos publicaron un informe en el que evaluaban los progresos realizados en 40 de los grandes cambios necesarios para limitar el calentamiento global a 1.5ºC, desde la eliminación progresiva de las centrales eléctricas de carbón hasta la reducción de la deforestación.
De esos 40 indicadores, el número actualmente en vías de cumplir lo necesario es precisamente cero. Tenemos que hacer mucho más, mucho más rápidamente, y eso significa examinar políticas que de otro modo desearíamos ignorar.